Llegamos a Sicilia el Domingo por la noche, al aeropuerto de Trápani, dónde alquilamos un coche y descubrimos con alegría que venía con GPS gratis, tras varias pruebas técnicas, rumbo a Palermo, realmente habría sido muy muy difícil encontrar el hotel sin el GPS, y es que todo sucede causalmente…
El hotel elegido está en una colina sobre el Palermo nocturno, subiendo a través de Boccadifalco.
Al llegar, prisas para cenar, una verbena en el pueblo y deliciosas pizzas sicilianas mientras escuchábamos las primeras Tarantellas. La noche regalaba hermosas vistas, un lujo inesperado.
Cosas del este del mundo, y mis ritmos circadianos, me desperté cuando amaneció, sobre las 5:15 de la mañana, ojos abiertos y una luz dorada, a eso de las 6 y media no pude resistir la tentación de salir a la terraza y dejarme velar por ese sol mediterráneo que a veces se echa tanto de menos en Asturias.
Palermo es la capital de Sicilia, una ciudad bastante grande y desordenada, como muchas otras en Italia, con el encanto del paso del tiempo, las ruinas, las casas que llevan años cambiándose la piel. Desde arriba, rumores de tráfico, de gruas, de pájaros verpestinos. En el horizonte el puerto y bajo nuestro mirador campos con hierba segada y preparada para guardar, un lugar de contrastes.
El hotel en el que hemos pasado la noche se llama Bel Tre, se nos ofreció un desayuno en el jardín y después corrimos a probar las piscinas. El calor a las 9 de la mañana era ya bastate intenso. Una comienza a sentir eso de que está de vacaciones mientras chapotea imaginando como de estrechas serán las calles de la ciudad que bulle abajo.
Dentro de nuestro poco definido plan de viaje tratamos de reducir la estancia en Palermo, realmente las catacumbas no nos atraían demasiado y por esto nos fuimos directos a la zona del mercado de la Vucciria.
Mi gusto por lo antiguo y destartalado se veía colmado con creces, luces y sombras, piedra sobre piedra, pequeños laberintos atemporales.
La Vucceria es un barrio muy antiguo de Palermo, alrededor de la Piazza de San Domenico, conocida antiguamente por ser un punto de encuentro de Capos, donde se hacían negocios en los portales de tiendas y casas.
Los reducidos balcones son auténticos almacenes de tesoros en los que una no puede evitar echar un ojo a lo cotidiano, sábanas que secan al sol, mujeres que peinan largas y morenas melenas, un hombre de 60 años se afeita con camiseta blanca de tirantes mientras suena en la radio una canción de Celentano…
En el mercado se pueden encontrar gran variedad de productos regionales. Una de sus especialidades son las anchoas saladas, además de excelentes verduras y frutas.
Como es temprano, apenas hay turistas, en las puertas y a la sombra las conversaciones de la mañana, gestos que cuesta comprender, señales y consignas, algunos recitan los precios, otros sencillamente tratan de mitigar el sol bajo los toldos. Encontramos algunas cosas curiosas, uniformes para niños que algún día serán adultos de la Vucciria… con todo lo que esto pueda implicar.
Tratamos de encontrar la Opera dei Pupi, pero estaba cerrada, con funciones únicamente en fin de semana, el taller estaba también cerrado…dejamos los Pupis para más adelante.
Callejeo en busca de un sombrero, azul, claro.
Y entre los callejones, un lugar para comer temprano, absolutamente recomendado Foccaceria del Massimo, en Via Bara allÓlivella, 76. La misma calle de los Pupis.
Cuando entras, lo primero que tienes que hacer es ver que menú hay para el día, eliges entre diferentes Primmi, que son platos de pasta fresca, lasaña…luego pagas y te dan unos tickets que canjeas en la barra por lo que has pedido.
Las Foccacerie son locales en los que tradicionalmente comían los obreros sicilianos, ésta en concreto es bastante antigua y popular. Los antipasti se eligen en la barra, la comida es abundante, casera y deliciosa!
Tras la comida decidimos seguir hacia Cefalú para el café, despidiendo Palermo que se extiende en enormes barrios a la derecha del puerto, donde lo rural se va dibujando sobre el asfalto…
Cefalú es un pueblo pequeñito, y aunque esperábamos ordas de turistas la verdad es que éramos casi los únicos.
Esta situado en la siciliana septentrional, a unos 70 km de Palermo, a los pies de un promontorio rocoso. Es uno de los mayores centros balnearios de toda la provincia; a pesar de sus dimensiones, cada año atrae a millones de turistas, sicilianos e italianos en general. En la época estival la población llega a duplicarse. Tiene termas romanas, una catedral antigua, maravillosas playas y constituye una ciudad tranquila llena de historia.
Como en Palermo, los edificios le sonríen al sol mediterraneo, colores de algodón en los balcones, helado de limón calle abajo.
Mesas puestas que esperan comensales que disfruten de la cena sobre el mar. A partir de Julio será dificil conseguir cenar en esta mesa, hoy se muestra desde la puerta de la calle como un reclamo.
Y la atmósfera del verano de Cinema Paradiso, perfectamente uno puede emular a Totó, recuperando su infancia.
La tranquilidad, el agua en calma, los niños jugando a ser los mejores saltadores desde el muro del pequeño puerto…
Las curiosidades del amor «a la italiana», un compromiso sellado con candado al borde del mediterráneo…hace años oxidado. Qué habrá sido de Carlo y Anna???
Paseo fotográfico con Uzi, envidia de agua salada abajo!
Un lugar al que regresar sin demasiados motivos, sencillamente pasear alrededor, subir y bajar, disfrutar del agua y el sol, tararear la banda sonora de Ennio Morricone.
A la sombra decidimos que nos íbamos más hacia el este, rumbo a Capo d´Orlando.
Hoy sabíamos que dormiríamos en un B&B rural cerca de Piraino, con Vulcano y Stromboli de fondo.
Resulta que una casa sobre el mar es un sueño muy logrado. Esta era especialmente hermosa, florida y colorida. A pesar de la sinuosa carretera rural de un solo carril no muy apta para personas con vértigo.
El lugar se llama La Rosa del Mare, está a sólo 4 kilómetros de la playa Zappardino y a sólo 1 km de la vieja villa de Piraino.
Las vistas, como ya os podeis imaginar son espectaculares, una vez más, un regalo!
Bajamos a la playa, donde el viento de las Eolias nos acompañaba, bañito con olas y lectura en la arena…imaginando distintos finales para «Viaje al Centro de la Tierra», ahora comprendo porque salieron justo aquí, claro.
La soledad de la playa, sólo acompañada por unos cuantos chicos del pueblo, los 3 o 4 pescadores que preparaban las cosas para mañana, muy atentos al viento. Un lugar para la abstracción, como decía Pablo Carbonell situado frente al mar… «Allá voy»
Al final, decidimos homenajear a la casa y nos fuimos hasta el pueblo en busca de una trattoria en la que pudiésemos llevarnos pizzas para arriba, dicho y hecho! Deliciosa pizza Sicciliana, cerveza y Canoli de Ricotta!!!
Puertas abiertas, últimos rayos de sol sobre la colina, gatos en el jardín, qué más se puede pedir?
Pues una noche frente a las Eolias, de conversación y mosquitos, de luces en el mar, de increibles colores y texturas, de grillos y ronroneos.
Recordando un pasaje del libro de Verne, este es el lugar!
» No era la luz del sol con sus haces brillantes y la espléndida irradiación de sus rayos ni la claridad vaga y pálida del astro de la noche, que es sólo una reflexión sin calor. No. El poder ilumina dor de aquella luz, su difusión temblorosa, su blancura clara y seca, la escasa elevación de su temperatura, su brillo superior en realidad al de la luna, acusaban evidentemente un origen pura mente eléctrico. Era una especie de aurora boreal, un fenómeno cósmico continuo que alumbraba aquella caverna capaz de albergar en su interior un océano.
La bóveda suspendida encima de mi cabeza, el cielo, si se quiere, parecía formado por grandes nubes, vapores movedizos que cambiaban continuamente de forma y que, por efecto de las condensaciones, deberían convertirse en determinados días, en lluvias torrenciales. Creía yo que, bajo una presión atmosférica tan grande, era imposible la evaporación del agua; pero, en vir tud de alguna ley física que ignoraba, gruesas nubes cruzaban el aire. Esto no obstante, el tiempo estaba bueno. Las corrientes eléctricas producían sorprendentes juegos de luz sobre las nubes más elevadas: se dibujaban vivas sombras en sus bóvedas infe riores, y, a menudo, entre dos masas separadas, se deslizabas hasta nosotros un rayo de luz de notable intensidad. Pero nada de aque llo provenía del sol, puesto que su luz era fría. El efecto era tris te y soberanamente melancólico. En vez de un cielo tachonado de estrellas, adivinaba por encima de aquellos nubarrones una bóveda de granito que me oprimía con su peso, y todo aquel espacio, por muy grande que fuese, no hubiera bastado para una evolución del menos ambicioso de todos los satélites. «
3 Comments
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Que bonita luz tienen todas las fotos!!
Me encantan tus fotos y volver a recordar el viaje!