En la década de 1880, momentos en que a la mayoría de los europeos se les negaba el acceso al interior de Japón, un fotógrafo italiano logró capturar muchas imágenes de la vida cotidiana del Japón de la era Meiji.
Este hombre, se llamaba Adolfo Farsari y su vida y obra es pura poesía visual.
Sus fotografías eran muy realistas y estaban pintadas a mano con especial sutileza, siendo aún a día de hoy un notable registro de una sociedad ya desaparecida hace mucho tiempo.
Sin duda, siempre existen vidas tan fuera de lo común que parecen rayar la ficción.
Adolfo Farsari vivió una de ellas.
Adolfo Farsari nació en Vicenza, Reino de Lombardía-Venecia (por aquel entonces formaba parte del Imperio Austriaco, ahora en Italia). Empezó la carrera militar italiana en 1859 pero emigró a los Estados Unidos en 1863 y se convirtió en un ferviente abolicionista,Farsari sirvió en el Ejército de la Unión como soldado voluntario de la Caballería del Estado de Nueva York hasta el final de la Guerra Civil Estadounidense. Se casó con una estadounidense pero el matrimonio no funcionó y en 1873 dejó a su mujer y a sus dos hijos y se marchó a Japón.
Establecido en Yokohama, Farsari se asoció con E.A. Sargent.
Hay que recordar que durante siglos Japón había limitado su comercio internacional de forma exhaustiva, con las excepciones de Holanda y China con los que si mantenían relaciones comerciales.
Dos décadas antes de que Farsari viajara a Yokohama, Japón se comenzó a ver obligado a abrir sus fronteras al comercio exterior (literalmente forzado, ya que media docena de buques de guerra anclados en sus puertos fueron uno de los recursos principales de negociación).
Para la mente occidental, obviamente, Japón era en estos momentos el país más misterioso y exótico del planeta.
Farsari se instaló en Yokohama, la base principal para los extranjeros en Japón.
Puso una tienda con un socio, básicamente lo que vendía eran bienes de interés principalmente para otros occidentales: tabaco, periódicos y revistas, mapas, artículos de papelería, guías, etc.
Lo más importante es que también comenzó a vender libros de fotografías de Japón, que él mismo realizaba…y aquí comenzó todo!
Aunque la sociedad se disolvió, Farsari persistió en su empeño y amplió su negocio, priorizando los trabajos en edición y fotografía.
En 1883 prácticamente la totalidad de sus ingresos estaban relacionados con la fotografía.
Él mismo creó un nuevo estilo personal de fotografía y empezó a tomar fotografías específicamente destinadas para guías y álbumes de viaje, además, dibujaba a mano con múltiples colores las imágenes tomadas para así darles más realismo.
Finalmente contrató a un pequeño staff de coloristas japoneses, los cuales producían una mayor cantidad de obras al día.
En 1886, Farsari sufrió un gran revés, que bien lo podría haber obligado a abandonar el negocio, salir de Japón, y volver a empezar en otro lugar.
Un incendio en su estudio destruyó por completo toda su obra, incluyendo sus negativos.
Sin embargo, en lugar de abandonar Japón, comenzó un viaje de cinco mes por el interior del país, fotografiando escenas cotidianas del Japón interior de la época, personas, lugares, acciones…la vida que aún estaba por descubrir al ojo occidental!
Un año después del incendio, Farsari había acumulado más de mil nuevos negativos.
Farsari no se consideraba a sí mismo un artista.
Tal vez si hubiera sido un artista, si hubiera sido educado para ello desde una edad temprana en la tradición artística europea, la estética de sus obras también habría estado muy influenciada por los cánones europeos y sus fotografías no habrían reflejado tan bien la simplicidad de la belleza al natural.
Pero él no era un artista y no estaba tratando de hacer arte, sencillamente trataba de crear un nuevo producto para un mercado emergente y también para la enorme curiosidad occidental.
Debido a que su obra se destinaba principalmente a los ojos occidentales, sus fotografías se concentraron en temas de particular interés para los occidentales: como los paisajes y las imágenes que representaban la vida cotidiana de los japoneses.
Al no tener formación artística previa y sus temas habituales eran la propia vida de Japón, sus composiciones fueron a su vez influenciadas por los trabajos de otros artistas japoneses.
Como resultado, su obra fue muy apreciada tanto en el mundo occidental como en Japón.
Además de las fotografías que tomaba para sus publicaciones, Farsari también comenzó a trabajar los retratos.
Aunque muchos de los clientes de retratos eran europeos que vivían o visitaban Japón, también comenzó a fotografiar a muchos japoneses «pudientes» que llegaban a pagar hasta medio Ryō por un retrato. (que en ese momento era el equivalente a los ingresos de un mes.)
Los japoneses seguían todavía una gran tradición Meisho, con imágenes de lugares famosos asociados a obras de poesía o de la literatura.
Este tipo de escenas, normalmente eran representados en el ukiyo-e, y grabados en madera.
Quizás los más famosos son los Meisho que pertenecen a la serie Utagawa Hiroshige’s Fifty-three Stations of the Tōkaidō, grabados que muestran las encantadoras áreas de descanso en la carretera que unía Edo y Kyoto.
Farsari no recreaba los Hiroshige, pero creó algo similar – álbumes fotográficos de viajes que mostraban tanto los lugares famosos como los más desconocidos de Japón, así como los usos y costumbres de la gente que vivía y viajaba a través de estas tierras.
Estos álbumes sorprendentemente se hicieron muy populares entre los visitantes de Japón y los occidentales que tenían interés por la nación nipona.
El mismo Rudyard Kipling dio a la obra de Farsari una crítica entusiasta, refiriéndose a él como «un tipo agradable y excéntrico», cuyas fotografías eran «conocidas de Saigón a los Estados Unidos.»
El éxito del estudio de Farsari fue tan grande que se le concedió el honor … y fue un honor increíble para un europeo … de que le dieran los derechos exclusivos para fotografiar los jardines imperiales en Tokio.
Debido a su gran popularidad consiguió tener acceso a lugares restringidos o privados, Farsari fue capaz de fotografiar zonas prohibidas incluso para los propios ciudadanos de Japón.
A pesar de que sus fotografías seguían destinándose al público occidental, cada vez era más popular entre los japoneses más adinerados.
A mediados del siglo XIX, la mayoría de los japoneses eran campesinos muy ligados a las tierras que trabajaban.
Muy pocas personas salían nunca de sus granjas o de las aldeas cercanas.
Lo más curioso es que las imágenes de Farsari no sólo formaron parte de las percepciones que los extranjeros tenían sobre Japón, sino que también influyeron en cómo los japoneses se percibían a sí mismos y a su nación.
Tal vez el mejor ejemplo de ello es la popularidad que goza hoy en día la Daibutsu, la estatua gigantesca del Buda Amida en Kamakura.
La estatua de bronce de casi 14 metros de altura no era un lugar que despertase especial interés entre el público japonés hasta que apareció en los álbumes de viaje de Farsari.
Desde entonces, rápidamente se convirtió en uno de los destinos favorito para los peregrinos japoneses, así como para los visitantes extranjeros.
Finalmente Farsari recuperó su nacionalidad italiana, y vivió en Vicenza hasta su muerte en 1898 a la edad de 57 años.
En el momento de su muerte, Adolfo Farsari había vivido en Japón más tiempo del que había vivido en su tierra natal.
No se puede decir que fuera verdaderamente italiano, ya que su ciudad natal formó parte del Imperio Austriaco cuando él nació.
Tampoco era Americano, a pesar de que se había convertido en un ciudadano estadounidense y luchó en la Guerra Civil Americana.
Tampoco era japonés, a pesar de todos los años que había vivido allí.
Fue, en definitiva, un hombre sin nación.
Al final, la única etiqueta que verdaderamente se aplica a Adolfo Farsari es la siguiente: fotógrafo!!!
Y esta es la historia no común de un hombre poco común también, que viajó, buscó y creó su propio camino, y cuyo legado persiste hoy en día como una verdadera obra de arte con una enorme carga histórica y referencial.
Más fotografías de Farsari aquí
じゃまたね!!!
Ja, mata ne!!!
(Hasta pronto!)
8 Comments
Información Bitacoras.com…
Valora en Bitacoras.com: En la década de 1880, momentos en que a la mayoría de los europeos se les negaba el acceso al interior de Japón, un fotógrafo italiano logró capturar muchas imágenes de la vida cotidiana del Japón de la era Meiji. ……
wow, me encanto la técnica, y es como mirar hacia el pasado de japón, es volver no se es una sensación extraña, me encanto el articulo, gracias por compartirlo.
Es como volver a un japón distante, perdido en el tiempo, es fantástico, además me encanto la técnica del Farsari muy interesante, pero lo que más me sorprende es que esto casi no aparece, muy interesante, muchas gracias por compartirlo. 🙂
Si, es un Japón distante pero que sigue creando cierta añoranza, y no sólo a nosotros, si no que también a los propios ciudadanos de Japón!
Quizás tengan un punto especial de espontaneidad que es muy difícil conseguir hoy en día!
Gracias tí por leer!
😉
[…] This post was mentioned on Twitter by Celeste/C.A.C.T.D. and Ruth Florez, Sara Rodriguez Feito. Sara Rodriguez Feito said: Adolfo Farsari: El hombre que fotografió el Japón Meiji: http://www.nekotabi.es/adolfo-farsari-el-hombre-que-fotografio-el-japon-meiji/1841 […]
Buff! Qué buen post! Me ha encantado 🙂
Había visto fotos de este estilo (no sé si serían de este hombre) pero la verdad es que son geniales y ahora me has metido el gusanillo 😀 Voy a investigar!
Victor, Gracias!
Investiga, investiga! Hay bastante obra en la red de Farsari!
^_
Sencillamente maravillosas.