Entramos en Asia por fin. En esta ocasión desde Singapore ya que la combinación de vuelos con Emirates nos deja aquí para que nos resolvamos nosotros el viaje hasta que nos volvamos a ver en Junio en Taipei. Hasta entonces serán tres meses de ir buscando nuestra ruta. Parece que es fácil cuando no es la primera vez.
Llegar a Singapore siempre tiene algo de nostálgico. Desde el avión se ve el puerto y la bahía con siempre cientos de barcos de transporte de mercancía. De nuevo este es uno de esos lugares que se usa como Hub entre Asia y Australia o Asia y el resto del mundo.
El moderno Singapur fue fundado en 1819 por el británico Thomas Stamford Raffles como puesto comercial de la Compañía Británica de las Indias Orientales con el permiso del Sultanato de Johor. El Reino Unido obtuvo la soberanía sobre la isla en 1824 y ésta pasó a ser una de las Colonias del Estrecho británicas. Ocupada por los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial, Singapur declaró su independencia del Reino Unido en 1963 como parte de Malasia, de la que se separó dos años después. Desde entonces la ciudad-estado ha prosperado rápidamente y hoy se distingue por ser una de las ciudades con mayor calidad de vida para sus ciudadanos del planeta.
A pesar de que de nuevo estamos en una ciudad enorme, aquí el ritmo es mucho más pausado. Como no es mi primera vez he elegido para la ocasión dormir en Chinatown, que está en el centro pero a la vez es una pequeña isla dentro de la ciudad. Adoro el ambiente del barrio Chino, me gusta la alegría de la gente, las canciones, la comida… Y las ganas que tienen al comenzar cada día.
En esta ocasión nos quedaremos en una antigua ópera China reformada. Preciosa.
Al salir del taxi en Chinatown sucedieron dos cosas que indefectiblemente me ayudan a contextualizar. La primera es ese calor húmedo que apenas te permite respirar y la segunda fue un intenso olor a Duriam ( Pudriam para mí) que me sobrevino como una bofetada por sorpresa y que hizo que se me revolviese el estómago en cuestión de segundos. Este es uno de los más intensos olores del Sudeste asiático. Mientras avanzábamos por los callejones buscando la puerta de la Ópera transformada, al doblar la última esquina nos encontramos con una de esas calles de puestos de comida China en los que todo esta bastante bueno y muy barato. Allí llegó el segundo olor de Asia: la salsa de pescado fermentado, digno heredero del Garum romano y que os puedo asegurar que junto con el Duriam forman una combinación sensitiva difícil de olvidar.
Me gusta esta ciudad como puerta de entrada. Es tan civilizada, todo funciona bien, no hay muchos problemas y salvo porque en una hora contamos 8 porsches, 2 ferraris y 1 maserati e incontables tiendas, centros comerciales y cientos de bares, pubs y restaurantes para expatriados que viven y trabajan aquí. Excepto eso, no es un lugar que resulté agresivo o desagradable. Tampoco me quedaría más de 3 días aquí.
Me gusta mucho como cohabitan chinos con Malayos, con Filipinos y con Europeos. 4 idiomas en esta única ciudad estado que también es una república. 4 idiomas que conviven en perfecta armonía.
Singapore se parece mucho a Londres en algunos aspectos, pero con mucho sol y calor.
Al dar la vuelta en una esquina encuentras barrios con arquitectura colonial que se han agarrado al paisaje transformándolo y haciendo de lo bello y del color lo habitual. Digno de ver.
Aunque mi cuerpo aún se queja de los cambios y a pesar de haber dormido hoy trece horas poco a poco me iré rehubicando en Asia. Poco a poco, sin mucha prisa. Como esta ciudad llena de pequeños detalles que te obliga a agradecer tu llegada.
Un tigre de Asia que duerme a la sombra.
4 Comments
Como siempre un relato muy sensorial, aunque.. por suerte lo del ‘Pudriam’ no llega hasta aquí. Me encanta la foto del gato 😉
Gracias!!! ^_^
Precioso Singapore. Tiene esa mezcla de culturas que tienen aquellas ciudades con grandes puertos, y ese regustillo a años 40 en las calles de Chinatown.
¡Muy chulas las fotos, por cierto!
Lo describes tan bien como yo lo siento! ^_^