Llegamos a Santiago tras largo viaje de vuelta en Cruz del Sur, que esta vez pasó factura a mi cuello dejándome con un poco forma de ganso. Directos a buscar los apartamentos que habíamos visto, nunca resulta sencillo cerrar nada en Chile, previa discusión al modo que me habían enseñado previamente en el sur, finalmente conseguimos un loft muy curioso por el mismo ajustado precio. Una vez allí, revisar el correo y a la calle!
Estamos en el barrio Bellas Artes, pues lo primero que hicimos fue abandonarnos al caos bello de la ciudad de Santiago.
Encontramos facilmente la Academia de Bellas Artes, dónde tratamos de ver alguna exposición pero rápidamente fuimos captados por un señor que era fisioterapeuta y que me vio haciendo el gansito y se apiadó de mí, masaje descontracturante al instante. Tras eso, vueltitas por el edificio y a la solana del mediodía.
Santiago no es una de las ciudades más bonitas del mundo, a pesar de ello impresiona mucho ver la coordillera de los Andes justo detrás. En verano la capital está muy contaminada, a lo largo y ancho hay una espesa capa de neblina gris que va cayendo poco a poco sobre los edificios. A pesar de esto, encontramos rincones bellos en nuestro paseo de exploración.
Para llegar finalmente al Mercado Central en busca de alimento, este mercado es muy curioso, es una mezcla de mercado típico y lonja, aquí podeis comer en las diversas cocinerías todo tipo de pescados y mariscos chilenos, con precios reducidos. Un buen lugar desde donde partir de nuevo.
Como siempre, a lo largo de este país, las formas de preparar la comida son muy naturales, sin excesivos complejos, especias las justas y necesarias, eso si, que no falte nunca ni el ají ni el cilantro.
Y como veníamos cargaditos de verde del sur, estos rojos nos deslumbraron tanto que rápido esta misma tarde gestionamos la posibilidad de alquilar un coche al día siguiente para irnos a Valparaiso y las playas cercanas a Viña del Mar.
Atardeciendo en la piscina de un rascacielos, con los Andes como testigo, casi casi sentimos que aquello era un descanso merecido. No estábamos nosotros para urbes a estas alturas de la película.
Por eso mismo dejamos que la noche se convirtiese en aliada, eso si, no sin antes traernos una cenita de las buenas a casita y uno de mis descubrimientos en Chile. La Palta (Aguacate) En España no lo suelo comer, no me suele gustar el sabor, tras la experiencia en Chile ha cambiado de forma radical mi opinión sobre este ingrediente. Más aún tras descubrir los makis envueltos en palta, con salmón y crema de queso, tremendamente deliciosos!!! Prometo pasar la receta!
Y así nos recibió Santiago, los que habéis estado sabréis que hay muchísimos perros callejeros. Mención especial para esta pastora que nos escoltó desde La Alameda hasta justo la puerta del apartamento, saludando por el camino a viejos amigos y conocidos. Por su paciencia y tesón se ganó unas salchichas que compramos nada más llegar. Y es que uno hace amigos en cualquier parte! 😉
3 Comments
Información Bitacoras.com…
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Cierto que tener como fondo los Andes es hermoso, aun así, semejante cuidad me crea cierta agustia.
Yo tampoco tengo en gran estima el aguacate pero tampoco se me hubiera ocurrido nunca usarlo así, interesante.
Mmm, ya verás cuando ponga la recetita, están buenísimos, siempre que encuentres palta hash… :p