Amaneciendo con un sol de justicia, nos vamos de Agadir temprano con la intención de encontrar la playa de Tifnit y pasar por el parque natural de Souss Massa, a unos pocos kilómetros.
En el camino, pueblos que vuelven a su origen: Ait melloul con mercado de domingo, y la superficie más grande de chabolas que he visto en todo el viaje… un ritmo imparable para el domingo por la mañana. Cada cual con sus labores programadas bajo este sol perpendicular.
La carretera tras algunos kilómetros te devuelve al océano, como un regalo tras la curva, inesperado, esperanzador.
Donde la carretera deja de serlo, encontramos un camino de dunas y arena fina, acercandonos al acantilado con curiosidad felina.
Para encontrar abajo una sorpresa de barro y roca. Un reducido asentamiento de pescadores que habitan en el propio acantilado. La imagen fue impactante en un principio, lo siguiente fue la búsqueda de algún lugar por el que poder bajar.
Avanzando sobre los acantilados, sol mediante, enterrando cada paso en la arena, desfilando ante la bruma invisible…
Sin evitar notar el sentimiento de natural liberación al imaginar hacer de estos rincones un hogar en la roca. Una noche de invierno con temporal debe ser lo más cercano a vivir dentro de una tormenta de agua salada.
En el vértice del paseo encontramos unas escaleras, que a pesar de conducir a una de las casitas, y estar habitada, con amable sonrisa se nos invitó a bajar. Escaleras talladas en la roca, con ayuda de barro y sacos de arena. Pendiente vertiginosa hacia la playa que esperaba abajo con regalo nacarado.
Miles, millones de tesoros, una cubierta de esqueletos marinos, un cementerio bello brillando al sol. El mar golpeaba con fuerza las rocas y aunque las ganas de agua eran cada vez más fuertes continuamos el paseo, con escolta. De mitad de la nada apareció un señor uniformado, al borde de la jubilación, que sencillamente se limitó a caminar con paso lentro tras nosotros, para acabar acercándose con una mueca agradable…La conversación fue escueta, con sonrisa pero alentando a volver a los lugares a donde van los extranjeros….
«bonjour madame, ils le font ici?»… (Buenos días señorita, que hacen aquí?)
«Nada, lo vimos desde arriba y nos apetecía bajar»…
-«Ahh…» (Silencio)
-(Silencio)
-et d’où ils viennent? (Y de dónde vienen?)
-de l’Espagne… (De España)
-Ahh (Silencio)
-(Silencio)
-Les pêcheurs vivent ici, et en été, de nombreuses personnes viennent, mais pas dangereux (Aquí viven pescadores y en verano muchas personas, pero no es peligroso)
-Ah! est bien! (Muy bien)
-si vous voulez remonter, il est (Si quieren volver a subir, es por ahi)
-Ahh, Merci (Gracias)
-au revoir madamme, bonne journée (Adios, señora, buen día!)
-au revoir
Y tras esto, dió media vuelta y se volvió a tumbar en unas rocas a la sombra.
Es curiosa la socialización a este lado del Mediterráneo…curiosa, como esta «arena» que pisamos!
Contínuamos un rato, bajo las miradas de los habitantes de las casas, la verdad es que cuando llegamos había niños jugando con un neumatico en la playa y gente paseando, al rato estabamos absolutamente solos, salvo por el perrín de turno que, como siempre nos acompañó durante el trayecto.
Y que finalmente, gracias a mis reservas de pan, obtuvo una pequeña compensación a tal escolta!
Diría que en Marruecos siempre es bueno guardarse el pan y las sobras de la comida, porque hay muchísimos perrines hambrientos que lo necesitan…y parecerá una frikada, pero bueno, ellos siempre lo agradecen.
Finalmente subimos por las escaleras de otra casa, caminamos de nuevo por las dunas en dirección a la carretera y dejamos atrás uno de esos rincones que subsisten en sí mismos, muy al margen del tiempo.
A unos 3 o 4 kilómetros está el pueblo de Tifnit, de nuevo una aldea de pescadores, sin luz ni agua, sostenible a la fuerza.
En la playa las herramientas de una vida, pequeñas barquitas azules que sirven para salir a la mar de mañana y cuando esta lo permite. A estas horas descansando en la orilla sin más función que la de colorear el paisaje y servir de soporte para secar alfombras y mantas.
En la playa se juega un partido de futbol con un ritmo endiablado, mientras en las casas las tareas cotidianas del día a día son realizadas por hombres (Aquí no hay mujeres ni lavando, ni cocinando)
De entre las casas, un señor amable que te invita a pasar a su cocina para ofrecerte el pescado de hoy y un poco de cous cous…la consigna se repite; «Entra amigo»
De nuevo la imaginación me pierde, cómo será vivir en el número 43?
Al otro lado del espigón continua el pueblo, y el sol de esta mañana provoca la conversación lenta a la sombra, el descanso gradual mirando al mar.
Y como no podía ser menos, encontré al rey gato de la playa, anciano pero fuerte, valiente y desafiante, vigilando la pesca del día!
Cuando nos íbamos el partido de la playa cobraba más intensidad, «Barça» decían, es increible la afición que hay en Marruecos a este club de fútbol, yo creo que deberían hacer una Masía aquí, las ganas no faltarían y los candidatos aún menos.
La playa se fue llenando de gente, llegaron los niños y niñas de un colegio que jugaban en la playa y saludaban en francés. No deja de sorprenderme que en Marruecos en cualquier momento y en cualquier lugar de repente se junta un montón de gente haciendo esto o aquello, y con la misma inusitada rapidez desaparecen.
En lo alto de la playa están construyendo algo, temíamos que a alguien se le hubiese ocurrido hacer un hotel o algo así, pero luego nos contaron que era una lonja para los pescadores y una pequeña mezquita…sostenibilidad!
Y nos fuimos de Tifnit con el viento y el sol en la espalda, con sonrisa relajada.
Aún queríamos acercarnos más al interior del parque de Souss Massa y continuamos hacía el sur, pasamos por una zona con río y grandes plantaciones de lentejas, animales, huertas y vida surgiendo entre el barro y la tierra ajada. En Marruecos, como en casi cualquier lugar del planeta (pero aquí de forma más notable) un río es la vida, la prosperidad de saber que al menos, podrás alimentarte.
El Parque Nacional ocupa una estrecha franja con una superficie de 33.800 ha de costa atlántica, entre Agadir al norte y Aglou en la Provincia de Tiznit al sur. Su territorio se reparte entre las prefecturas de Agadir Ida-Outanane y de Inezgane-Aït Melloul y las provincias de Chtouka-Aït Baha y de Tiznit.
Constituye la zona más baja del valle del Souss, una gran cuenca triangular que se extiende entre el Alto Atlas, el Antiatlas y el Océano Atlántico. La superficie del área es ondulada y los ríos Souss y Massa forman, en este tramo bajo, valles poco profundos que desembocan en una costa relativamente recta.
El terreno es en su mayor parte de origen sedimentario, cuaternario, con dunas vivas o fijas y areniscas y depósitos aluviales con afloramientos de costras calizas en varios puntos del Parque.
La biodiversidad de la región de Souss-Massa es particularmente interesante por la combinación de especies paleárticas y afrotropicales, pero también por una componente endémica muy interesante.
Cuando la carretera de asfalto desaparece al pasar Had Belfaa surgen un montón de pistas de tierra, que avanzando se convierte en arena. Con el rumbo fijo al mar seguimos hasta Sidi Rbat, una pequeña aldea donde supuestamente Jonás fue vomitado por una ballena…El lugar que encontramos se llama Ksar Massa, es una especie de casa de huéspedes de lujo, muy cara para el lugar donde estamos, pero con comidas a precios razonables. El lugar es espectacular, y junto con el Aliseo que soplaba un lugar reconfortante donde comer y descansar.
Con un té y unas cervezas Casablanca, acompañados de deliciosos Tajines, esta vez de ternera y ensaladas y pastillas….mmm! Pasamos un buen rato allí…
La sobremesa daba sueño, sólo perturbado por algunos chinches gigantes…finalmente bajamos a la playa, o lo intentamos, el viento cada vez era más fuerte, así nos dimos la vuelta y sólo uno de nosotros se aventuró a un baño en el mar. El resto, encontramos un refugio soleado…
Con la tranquilidad absoluta de una tarde de descanso nos dedicamos a no hacer nada, a disfrutar del «Suia, Suia» marroquí, «sin prisas»…un té delicioso mientras iba bajando el sol…
Pero como todo viaje tiene que tener su parte de aventura, pasó lo inevitable.
A eso de las 7 nos desperezamos para volver a Agadir, con al intención de irnos hasta Taghazout…pero…»¿Quién tiene las llaves del coche?»…^_^
Y nadie tenía las llaves del coche! Las llaves estaban perdidas en la playa nada menos! Una playa con dunas enormes en la que había subido la marea y el viento había borrado cualquier posible huella. Bajamos a buscarlas, todo un acto de fé, tras algo más de media hora y no tener éxito en tal imposible acción me subí arriba y con la ayuda de Alfonso y 2 señores de la casa comenzamos a hacer una peregrinación de llamadas…que no daban muy buenos resultados.
El problema es que las llaves no eran llaves, era un mando de esos de proximidad, imposible de copiar, y desconociamos si en la agencia de Marrakech habría otra copia, nadie contestaba, el coche abierto y sin poder moverse.
Una hora de desesperante busqueda de soluciones después y cuando ya sabíamos que relamente comenzabamos a tener un problema serio, aparece Bri diciendo «Las han encontrado en la playa», automaticamente los señores dicen a unísono «Inshala» (Dios quiere). Emocionados, sonreimos y nos vamos hacia los coches, con la certeza de que esta vez las dunas quisieron devolvernos las llaves y que continuasemos camino…cosas raras que pasan a veces y que valoras como casi milagros.
Nos despedimos de Sidi R´Bat con sonrisa cómplice…y agradecimiento.
Los caminos de arena son confusos, sabes por donde vienes pero nunca vuelves por el mismo sitio…Rumbo a Agadir iba cayendo la noche, mucho más movimiento que ningún día, fiestas en pueblos, cientos de coches…llegamos, cenamos y nos fuimos a Taghazout, nos habían invitado a un té nocturno que no rechazamos. Cosas de la vida, me he encontrado aquí con Rubén, un gran amigo con el que pasé muchos días en la época del instituto y que hacía casi 7 años que no veía…Agradecimos mucho su hospitalidad, tiene una casa preciosa en la que se respira un ambiente de calma y relajación maravilloso. Maktub como diría alguno!
Ah!, se me olvidaba! Si os gusta el surf y os apetece probar el Atlántico Marroquí Rubén seguro que os puede ayudar!, a través de Moroccosurflife, que es en lo que anda ahora!, alojamiento, cursos de surf, actividades…en fín, el sitio relamente merece la pena!
Y de nuevo rumbo al mar, noche cerrada…a descansar un día que ha sido como 3 o 4, a poner el líquido fijador en la memoria y a soñar que mañana aún despertaremos bajo este sol Aliseo. Sé que volveré…Inshala!
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